El hombre y la máquina
Motores que no suenan lo suficiente, morros 'embarazosos' y técnica, técnica, ¡técnica! ¿dónde está la F1 de los héroes al volante? Lo cierto es que no tiene sentido pretender que los tiempos de Fangio, Clark o Stewart vuelvan para deleitarnos con la épica... y la tragedia. La F1 que algunos tanto añoran es inviable en la actualidad por muchas razones. Los cánones de seguridad que el mundo en el que vivimos exige choca frontalmente con la épica de aquellas carreras en las que la muerte era un factor más con el que convivir.
El actual concepto de deporte ligado al negocio de la automoción tampoco permite que los monoplazas se conviertan en algo básico y secundario al compararlo con la influencia del piloto en el resultado final. La F1 quiere ser el referente tecnológico y de prestaciones. Y, sin duda, podemos debatir con toda la razón si esa filosofía se cumple o no (los monoplazas de resistencia tienen muchos argumentos a su favor actualmente, especialmente en el primer apartado), pero lo que no podemos pretender es que nuestras exigencias -en resumen, los monoplazas más rápidos y espectaculares del planeta con los mejores pilotos al volante-, se cumpla sin un reglamento y tinglado adaptados a las necesidades de los constructores de coches. Ferrari, Mercedes, Renault, McLaren, Honda, Caterham... todos ellos basan su subsistencia en la venta de su producto de calle y los organismos reguladores no pueden ser insensibles a tal circunstancia. Es cierto, algunos de ellos se marcharán tarde o temprano (con total seguridad). Pero vendrán otros. Algo similar ocurre con grandes patrocinadores como el Banco Santander, Red Bull, Shell, Total, etc. Están en la F1 porque quieren que su imagen se asocie a determinados valores y, en muchos casos, sólo esta F1 puede ofrecerlos.
Así pues, ¿carece ya la Fórmula 1 de auténticos héroes al volante? Bueno, no del todo en mi opinión. La exigencia de la competición, tal y como la conocemos hoy, demanda un tipo de piloto distinto. Uno que no debe hacer frente al nivel de miedo a la muerte que décadas atrás experimentaron sus predecesores, pero que ha tenido que convertirse en un deportista integral, en cierto modo en un mecánico/ingeniero y, sin duda, en un ser humano capaz de entender y lidiar con la presión mediática y los conocimientos de marketing y relaciones públicas que ello conlleva. Y, no lo olvidemos, al final el objetivo principal sigue siendo completar en el menor tiempo posible y del modo más inteligente la distancia de carrera con una máquina traicionera y despiadada. El piloto sigue siendo influyendo de un modo determinante en el resultado final, la cuestión es que no está solo. Nunca lo estuvo.
El actual concepto de deporte ligado al negocio de la automoción tampoco permite que los monoplazas se conviertan en algo básico y secundario al compararlo con la influencia del piloto en el resultado final. La F1 quiere ser el referente tecnológico y de prestaciones. Y, sin duda, podemos debatir con toda la razón si esa filosofía se cumple o no (los monoplazas de resistencia tienen muchos argumentos a su favor actualmente, especialmente en el primer apartado), pero lo que no podemos pretender es que nuestras exigencias -en resumen, los monoplazas más rápidos y espectaculares del planeta con los mejores pilotos al volante-, se cumpla sin un reglamento y tinglado adaptados a las necesidades de los constructores de coches. Ferrari, Mercedes, Renault, McLaren, Honda, Caterham... todos ellos basan su subsistencia en la venta de su producto de calle y los organismos reguladores no pueden ser insensibles a tal circunstancia. Es cierto, algunos de ellos se marcharán tarde o temprano (con total seguridad). Pero vendrán otros. Algo similar ocurre con grandes patrocinadores como el Banco Santander, Red Bull, Shell, Total, etc. Están en la F1 porque quieren que su imagen se asocie a determinados valores y, en muchos casos, sólo esta F1 puede ofrecerlos.
Así pues, ¿carece ya la Fórmula 1 de auténticos héroes al volante? Bueno, no del todo en mi opinión. La exigencia de la competición, tal y como la conocemos hoy, demanda un tipo de piloto distinto. Uno que no debe hacer frente al nivel de miedo a la muerte que décadas atrás experimentaron sus predecesores, pero que ha tenido que convertirse en un deportista integral, en cierto modo en un mecánico/ingeniero y, sin duda, en un ser humano capaz de entender y lidiar con la presión mediática y los conocimientos de marketing y relaciones públicas que ello conlleva. Y, no lo olvidemos, al final el objetivo principal sigue siendo completar en el menor tiempo posible y del modo más inteligente la distancia de carrera con una máquina traicionera y despiadada. El piloto sigue siendo influyendo de un modo determinante en el resultado final, la cuestión es que no está solo. Nunca lo estuvo.
La máquina, ese artefacto que parece tomar cada día más importancia, robando con ello el protagonismo al piloto, al humano. Sin duda el coche es gran parte del éxito en la F1 actual. Pero siempre fue así, ¿no? Como no podría ser de otro modo en un deporte tecnológico en el que sólo se puede participar con un aparato mecánico. Sí, parece evidente, pero en los deportes de motor, siempre hubo motor.
Negarle protagonismo a los coches y, como consecuencia de ello, a los ingenieros y mecánicos que los crean y desarrollan es, simple y llanamente, atentar contra la esencia del automovilismo y, en concreto, de la Fórmula 1. Y, no lo olvidemos, aquel reglamento (casi) libre de décadas atrás que tanto se venera trajo consigo el demonio que es para muchos la aerodinámica. El tratamiento del fluido sobre un cuerpo sólido como es el monoplaza posibilitó la hipervelocidad que tanto se reclama como parte de esa F1 'ideal'. No negaré la evidencia: la balanza ha estado descompensada en muchos aspectos, tanto en lo que a piloto/máquina se refiere como en lo que concierne a los motores -ahora mucho más que eso-. Pero la cuestión es que no podemos pretender que la tecnología, simplemente, no importe un pimiento.
Existe la sensación de que cada vez se habla menos del factor humano y más del mecánico. Es lo que toca a estas alturas de la temporada, sin duda. Los tests tienen como objetivo principal conocer y afinar todos los aspectos mecánicos de este deporte y que hasta hace poco para una gran parte de la afición sólo existiera un piloto y un coche, como unidad, que se movía por ciencia infusa, no significa que la aerodinámica, las suspensiones o los neumáticos no estuvieran ahí, realizando su trabajo, mejorando y marcando diferencias. La que, posiblemente, sea la mejor carrera de la historia -el Gran Premio de Alemania de 1957-, se hizo posible, entre otras cosas, por el factor diferenciador de los neumáticos. Ferrari calzaba los duraderos -pero complejos a la hora de pilotar- Englebert, mientras que el Maserati de Fangio debía arreglárselas con unos rápidos Pirelli que se deshacían con el paso de los kilómetros -qué ironía-.
La Fórmula 1 es extremadamente compleja de entender y eso, para mí, es parte de su encanto. ¿Equilibrio? Por supuesto. ¿Falacias? Las justas. Respeto por los orígenes, SIEMPRE. Por todos y cada uno de los aspectos que los forman.
Grandes héroes como Bernd Rosemeyer, Stirling Moss, Gilles Villeneuve, Ayrton Senna o Michael Schumacher han escrito los libros de historia que ensalzan la épica de un deporte como el nuestro. También otros como Alfred Neubauer, John Cooper, Mike Costin y Keith Duckworth, Colin Chapman, Gordon Murray, Jean Todt y Adrian Newey. También ellos.
via http://blogs.f1aldia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario