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lunes, 18 de junio de 2012

Osvaldo "Cocho" López (padre) y Juan Manuel López (hijo)



Cochito y Cocho López
  Desde que nacieron mamaron la profesión de sus papás y la eligieron para seguir sus pasos. Anécdotas de estos dúos que comparten el amor filial y también la misma vocación.

Automovilistas 

De tal "Cocho" tal "Cochito"; de tal padre, tal hijo. Osvaldo López, más conocido en las pistas como "Cocho", se pasó 40 años sobre el auto de carreras compitiendo ininterrumpidamente; hoy, su hijo Juan Manuel sigue sus pasos, pero en el circuito de automovilismo internacional, manejando una Ferrari en la categoría Gran Turismo. 

"Cocho" se crió en Mataderos, "un barrio re tuerca", como le gusta decir. Su padre había competido en los ’40, pero después se dedicó al negocio de la carne. De joven fue él quien siguió su camino en las pistas y empezó a competir. Así "Cocho" se convirtió en campeón ocho veces en las distintas categorías y muchas veces fue subcampeón. La pasión por los autos la fue heredando Juan Manuel. A los 6 años ya acompañaba a su papá a los torneos, y andaba por los boxes con el karting que le habían regalado. "Yo gané varios campeonatos y cuando subía al podio él estaba arriba de mis hombros queriendo manotear la copa que me estaban dando o el champagne", recuerda Osvaldo. 

A los 13, Juan Manuel se plantó y dijo que quería correr. "Yo pensé, ¿querrá correr porque quiere estar más con el padre o porque realmente quiere correr? Así que lo ayudamos, pero se la hicimos difícil porque tenía que seguir estudiando. Yo no lo acompañaba, iba él solo con algún amigo mío o sólo con los mecánicos; para que sintiera un poco lo que es la soledad del automovilismo", explica "Cocho". Pronto Juan Manuel se convirtió en "Cochito" y a los 16 se fue a Europa, y se convirtió en el campeón más joven de Formula 3. Entre 2002 y 2008 volvió a Buenos Aires. "Le pedí que se quedara unos años acá, para que viera su país, porque sino se iba a extranjerizar demasiado y no había grandes posibilidades en Europa, y le dije que esperara una gran posibilidad. Acá corrió con Alfa Romeo en el TC 2000 en un equipo mío y con el de River Plate. Pero un día me llama y me dice me voy de nuevo a Europa a correr en una Ferrari", cuenta "Cocho", que como padre orgulloso afirma: "Antes era el hijo de Cocho y ahora, con mucho orgullo y ganas, me encanta ser el padre de Cochito". 

–¿Cómo fue trabajar juntos durante ese tiempo? 

Cocho: –Normal, discusiones de padre e hijo, normales, de diferentes edades o generaciones. Él veía el automovilismo argentino desde el punto de vista europeo y yo desde el punto de vista autóctono y no era fácil coordinarnos. Ahí más que nunca me di cuenta de que su camino estaba marcado por Europa.

–¿Qué aprendió cada uno del otro? 

Cochito: –No solamente aprendí todo lo que es referido a las carreras de autos, sino todo lo que puede aprender un hijo de su papá sobre la vida. Desde aprender a andar en bicicleta sin las rueditas, a manejar por primera vez un karting, o a pasar un cambio para manejar un auto de calle. Desde eso, hasta como soy como persona. Tengo muy marcada mi personalidad por él y creo que el ejemplo que tomé es gran parte de lo que soy hoy. 

Cocho: – Yo me preocupé de enseñarles a mis hijos que lo más importante es ser un buen hombre o una buena mujer. A Juan le enseñé que lo más importante es ser un tipo educado, correcto, como realmente se debe ser en la vida, después tenés que ser un buen corredor de autos, pero primero un buen tipo. Yo aprendí muchísimo de todos mis hijos. Aprendí que la vida tiene más significados, que uno se preocupa por cosas que son pavadas, al lado de ver a los hijos felices. 


José Antonio Urgell (padre) y Juan Martín (hijo) 

Arquitectos 

Haber nacido en la "Manzana de la discordia" de Barcelona (donde confluyen dos obras de arquitectos modernistas con una de Gaudí) y haber vivido en la Casa Amatller del modernista Josep Puig, dice no haberlo influido en su vocación, pero de chico José Antonio Urgell ya demostraba una inclinación hacia la arquitectura y pasaba sus horas libres construyendo maquetas y réplicas de edificios emblemáticos de Buenos Aires. "Cuando me preguntan si haber vivido en la Manzana de la Discordia me influyó, lo único que me trajo fue el ser arquitecto, porque toda la genialidad de estos dos grandes arquitectos se quedaron en las paredes", cuenta José Antonio Urgell desde el despacho de su estudio que comparte con su socio Penedo y su único hijo Juan Martín. "Yo también hacía maquetas cuando era chico y, de alguna manera, con los viajes a los que íbamos juntos, veía la arquitectura, los museos, estaba muy vinculado a ese mundo (N. de la R.: su madre es licenciada en Artes). Me fui dando cuenta de que tenía cierto gusto por la profesión", cuenta el heredero que no por serlo se convirtió en el mimado del estudio. Cuando Juan Martín ingresó a trabajar, sus primeras funciones fueron como cadete y recién después de un tiempo le dieron su primer gran encargo, que fue ir a tomar medidas al viejo mercado del Abasto, para un proyecto que el estudio iba a presentar. "A uno le genera un enorme compromiso de mantener ese buen nombre que adquirió el estudio en las generaciones que a uno le toque seguir. Pero también es un punto de partida, para no arrancar de cero", explica Juan Martín. La trayectoria de su padre acaba de ser premiada por el Colegio de Arquitectos en un reconocimiento a sus años de carrera, además, el estudio fue nominado al premio Konex en la categoría Artes Visuales. Entre las obras conocidas que el estudio desarrolló a lo largo de su más de medio siglo se encuentra la villa "El Chocón", el Mercado Central, Hotel Intercontinental, el Centro Universitario en Dakar (Senegal), Aeropuerto de Ezeiza, entre otras. Pero una de las más importantes fue la de la Terminal de ómnibus de Luján, no sólo porque fue uno de los primeros concursos ganados por el estudio sino porque fue la primera ceremonia de premiación que José Antonio compartió con su hijo, aunque a éste todavía le faltaban unos meses para nacer. 

–¿Hay ventajas en trabajar padre e hijo juntos? 

JMU: –Tener una sociedad donde uno tiene plena confianza con la otra persona hace más fácil llevar una empresa. En el camino siempre hay algunos problemas, pero saber que al lado tuyo tenés a una persona que no compite, que está siempre a favor, hace muy fácil una sociedad. Augusto (Penedo) también es muy integrado. 

–¿Cómo se enriquecieron el uno al otro? 

JAU:– Yo aprendí de él a entender a otra generación, él me transmite su generación. En ciertos hombres de mi edad hay un rechazo por las nuevas generaciones, un creerse mejores. Yo no creo que haya que pensarse ni mejor ni peor, pero sí comprenderlos. 

JMU: –Yo aprendí de toda su experiencia. 

–¿Qué hubiera pasado si Juan Martín hubiese elegido otra profesión? 

JAU: –Creo que me hubiese sentido más solo. De hecho, el estudio va a continuar, a mí me sirve muchísimo. Quizás, no sé si hubiese cerrado el estudio, no creo porque yo necesito el estudio, pero la continuidad que me da la presencia de Juan, hace que yo me sienta seguro.


via http://diagonales.infonews.com

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