Los milagros no existen, y menos cuando aparece un protagonista inesperado, salido de la nada, y se encarama a los primeros puestos de las clasificaciones, sean cuales sean sus precedentes.
El Mundial de motociclismo tamposo se libra de las recetas mágicas en forma de dopaje. Anthony West, piloto australiano del equipo catarí de la categoría intermedia, emergió de los puestos intermedios de las clasificaciones para, a sus 31 años, lograr dos segundos puestos de forma consecutiva en Moto2 y destacar a la sombra de los omnipresentes Marc Márquez y Pol Espargaró, los dos verdaderos gallos de las 600RR.
West acumulaba sólo cinco podios en su larguísima carrera en el Mundial: Tres de forma consecutiva hace nueve temporadas, uno más en Australia, su tierra, y un segundo puesto en 2005.
Desde entonces, el 'aussie' no había vuelto a descorchar champán. El cambio de chasis del equipo de Qatar de Moto2, desde Moriwaki hasta Speed Up, fue el análisis optimista e inocente acerca de los dos cajones de West. Varias carreras de adaptación y llegaron los resultados. Sin embargo, el motivo oculto era la methylhexaneamina, un estimulante completamente prohibido por las agencias antidopaje debido a que mejora de forma sustancial el rendimiento de los deportistas.
Se sospechaba que el 'dopaje', de existir en los deportes de motor, iría más encaminado a la máquina que al hombre. Sin embargo, el positivo de West, que fue detectado meses antes, en LeMans, sin duda alertará a las agencias de todo el mundo para controlar de forma más estrecha a los pilotos
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