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jueves, 16 de mayo de 2013

Marc Márquez Con cuatro años pidió a los Reyes «una moto de verdad». Ahora a los 20 lleva calzoncillos azules en los entrenamientos y rojos en las carreras. Y no tiene carné para conducirlas en carretera


El niño que juega con mayores

El niño que juega con mayores


Jorge Lorenzo salió de Jerez escupiendo fuego. El campeón del mundo, aquel rebelde que osó echarle un pulso a Valentino Rossi, lo más sobre dos ruedas y un motor, no encajó bien que el niño al que todos miran le hiciera una jugarreta en la última curva de la última vuelta. Marc Márquez, 20 años, un chaval que no entiende de jerarquías, le birló la segunda plaza en -lo que faltaba- la curva Jorge Lorenzo. Solo lleva tres carreras en MotoGP. Suficientes para poner el Mundial patas arriba. Podio en el primer Gran Premio; triunfo en el segundo, y del tercero, otra vez en el cajón, salió líder del Mundial tras dejar un adelantamiento para el recuerdo.
Siempre ha sido así: deslumbrante, precoz, veloz. Es un chico, diagnostica Ángel Nieto, con un don para este deporte. Valentino Rossi, su ídolo, el piloto del que colecciona sus motos en miniatura, del que ha visto todos los vídeos habidos y por haber, lo ha señalado como su heredero. No con una frase explícita, una declaración que llenara Italia de enemigos, pero sí con gestos, detalles. Nunca Rossi, con la excepción del difunto Simoncelli, había tratado así a un compañero.
Márquez está encantado y luce su famosa sonrisa de niño feliz tras haber revolucionado MotoGP. Su estilo fue un problema para Alpinestar, la marca que confecciona su mono, que tuvo que inventarse una pieza de magnesio porque el 'nen' de Cervera (Lleida), que luce en el carenado el 93, su año de nacimiento, destroza el cuero por el codo de tanto que se descuelga en las curvas. Ahora se adhiere la pieza con un velcro y en cuanto la erosiona, la cambia por otra.
Nadie podía imaginarse al hijo del Pichote -el apodo de su padre, Julià Márquez, en Cervera, su pueblo ilerdense- domando de esta manera a las bestias de MotoGP. Porque Marc Márquez siempre había sido diminuto: 32 kilos a los siete años; 42 y menos de metro y medio a los trece.
Tan pequeño era que la Honda que pilotó en el Campeonato de España tuvieron que adaptarla a su estatura. Le pusieron una maneta de bicicleta para sus deditos; subieron las estriberas; recortaron el depósito, y acortaron la silla, con un tope detrás porque cuando aceleraba el culo se resbalaba hacia atrás. No le importaba. Solo quería correr, ser el más rápido en el circuito. Como en la Navidad de 1997, cuando, harto ya de la moto eléctrica, pidió a los Reyes Magos «una de verdad, de la de hacer saltos». Su padre, el Pichote, un conductor de excavadoras al que no le sobraba el dinero, se rindió a su petición. También adora las motos y era comisario de pista en el circuito de Bellpuig.
Un flechazo
Emilio Alzamora, que fue campeón del mundo de 125 en 1999, se convirtió en su manager a los 11 años. Fue un flechazo. No lo ha soltado. A pesar de que siempre le pedía prudencia y el niño replicaba con escorzos. Eran los tiempos en los que Marc, tan poco pesaba, tenía que correr con lastre (21 kilos de plomo en su segundo año en KTM), cuando los rivales, hartos de sus diabluras, le metían el cuerpo y lo desplazaban.
Pero los huesos del catalán anunciaban un estirón que llegó en el momento justo, en 2009. Al año siguiente, más alto, más bragado, costaba reconocerlo en el paddock. Y entonces arrasó. Diez triunfos y doce poles. Campeón del Mundo de 125. Aún dormía en un hotel y tenía que levantarse a las seis y media para ir al circuito y evitar los atascos. Luego ya pudo permitirse un 'motorhome' y con que el despertador sonara hora y media antes de subirse a la moto, sobraba. Si toca entrenamiento, se ajusta los calzoncillos azules. Si es día de carrera, los rojos. Es su única manía. Ya sabe que, cuando viaja, ha de buscarse la vida con el GPS para ir del aeropuerto al circuito. Y que, si no se aclara, lo mejor es subirse de 'paquete' con un aficionado. Él no tiene carné de moto. Aunque no es por ello que le da la Harley a su padre. Él se aburre. Las motos sólo le gustan si puede ir muy rápido.

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