Valentino Rossi ha entendido algo. Si la montaña no se le acerca, tendrá que peregrinar él hasta la cima. El camino es incierto. Y Ducati no se lo pondrá fácil. Nadie dijo que lo fuera. Tampoco que la travesía dejara un reguero de críticas, problemas, malos resultados y la duda sobre una reputación bien labrada durante años -con nueve títulos mundiales como aval-. Desde que dejara su rúbrica en un contrato en Borgo Panigale tras un anuncio idílico, Valentino ha tropezado una y otra vez contra los elementos.
Ha intentado modificar la moto a su antojo para encontrar la guidabilità. Algo que no requirió cuando dejó Honda para pilotar la M1 de Yamaha. Pero aquella máquina era versátil, mucho más abordable, sencilla de manipular. Sus presiones hicieron trabajar a destajo al departamento Corse bajo la batuta de Filippo Preziosi.
Hasta cuatro clases de chasis se sucedieron en el tiempo de un año, desde el carbono hasta el más pesado aluminio. Esto obligó a Hayden a redoblar esfuerzos para adaptar su estilo a los cambios que sugería Valentino y como probador de excepción para el italiano.
Pero dos carreras han bastado para que Valentino se dé cuenta de que, una vez en el pozo, tiene dos opciones: una, seguir quejándose desde el fondo; y dos, aferrarse a las piedras para tratar de salir. La tercera vía, fichar por Honda o Yamaha es una quimera. Los contratos por medio son leoninos.
El domingo, en Jerez, se dio cuenta de que debía trabajar con lo que hay. Buscar lo mejor de sí mismo y esperar, pacientemente, los nuevos cambios que se avecinan. Por ejemplo, un nuevo motor -no nuevo, sino reestructurado- para el test post carrera en Estoril, el próximo lunes. Un motor desmodrómico que sea más dulce, tanto en la apertura del gas como en el freno motor en la entrada en curva.
Lo contrario sería un suicidio deportivo lento. Porque el horno no está para bollos. Está cargado, a alta presión. Y va a reventar. "A ver si lo hace", dijo alguien de su equipo a este diario el pasado sábado, cuando Vale se clasificó en una 13º, "porque esto sólo puede empeorar". En Jerez el ambiente en el box de Ducati y el hospitality de Phillip Morris bullía. Tras las declaraciones que Rossi realizó tras la carrera de Qatar, arremetiendo contra Ducati por no haber seguido sus indicaciones -no como ingeniero, sino como piloto- el ambiente estuvo cargado. Rezumaba preocupación. También una fricción insoportable entre la factoría y el piloto. Más con el nuevo propietario Audi detrás. Los alemanes podrían, si algo no cambia, dar la vuelta al equipo técnico en la fábrica. Quién sabe si hasta fichando japoneses para la nueva empresa.
En este debate, Phillip Morris lo tiene muy claro. Se ha posicionado respecto a Valentino, una imagen de marca en sí mismo. La tabaquera presiona duro a Ducati para que siga otra dirección. Por eso Preziosi, con el que se rumorea que Valentino no se habla desde hace varios meses, no estuvo en Jerez. La fábrica diseña un propulsor que permita ciertas licencias de pilotaje a Rossi, que repasa día sí día también los datos de Hayden al que, sin embargo, esta 1.000 le va más como anillo al dedo.
Mientras, Vale se resigna. "Esta moto es más baja y larga que las japoneses y hemos intentado cambiarla demasiado", se sinceró el domingo. "Tengo que pilotarla más con el Ducati style", añadió. No como hacía en el pasado. No le queda otra.
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